Es raro volver, bueno en
realidad todo es raro. Esta nueva vida que tengo no es la que justamente me
gustaría tener, pero como me dice mi mamá “La vida sigue” y eso estoy haciendo,
siguiendo con mi vida, aunque ¿debería hacerlo?.
Creo que no estoy lo suficientemente preparada
para “avanzar”, necesito quedarme, aunque sea por un instante más o el simple
hecho de volver unos meses atrás tampoco me vendrían mal. No soy una persona
que disfruta las cosas en el momento (eso es algo por lo cual siempre me arrepiento)
porque no disfruto el hoy, siempre estoy pensando en el mañana. Talvez por eso
hoy estoy así como estoy, sintiéndome sola por momentos, pero en otra muy
sobrecargada de compañía, no tengo un buen balance entre ambos, o al menos ya
no lo encontré aún.
Las mañanas se me hacen
lindas, divertidas. Será porque estoy rodeada de gente que me hace bien. Llegar
a mi casa y seguir completamente feliz, o más aún, ya que llego y que voy a
dormirme una placentera siesta. Pero me levanto ¿Y que pasa? Si, lo que todos
se imaginan, me deprimo. Una y otra vez, veo sus fotos, va nuestras fotos
(aunque debería borrarlas no me animo) y llorar una o dos horas, y así, segundo
a segundo, recordar cada maravilloso momento junto a él. El amor que le tuve
sigue tan fuerte en mi corazón que hasta me molesto conmigo misma por no
dejarme avanzar, pero ¡Que sufrimiento más lindo! ¿Ven? Esto no va conmigo, me
gusta sufrir, me gusta torturarme yo sola mirando una y otra vez dichos
recuerdos.
Al rato, siempre hablo con alguien que me levanta el ánimo. Ya sea un
amigo, una amiga o una persona, que siempre tiene algo lindo para decirme
(aunque a veces me sea en vano) y ahí es cuando se me pasa. Ahí es cuando
avanzo un poco más con mi vida. Todo va bien hasta que se hace de noche, a punto
de irme a dormir. Abrazo mi osito y siento como si su alma estuviera junto a la
mía acostada. Y eso, aunque no lo crean, me hace feliz, su “compañía” en forma
figurativa, me hace bien. Será porque ese osito fue el regalo más lindo que
pudieron haber hecho. Ya solo queda apagar la luz y dormir, para empezar una y otra
vez, la misma rutina de “seguir con mi vida”.